Para integrarse en una tierra hay que dominar no sólo su lengua, sino los dejes, dichos y expresiones propias del lugar. En Cádiz, por ejemplo, no tenemos un idioma reconocido distinto del castellano, pero nuestra forma de hablar tan peculiar delataría al mejor imitador de acentos. Allí, muchas de las palabras que en otras geografrías se consideran insultos, son auténticos elogios dependiendo del contexto.
El tema de la lengua es obviamente más complejo en Asturias, pero en lo referente a cagamentos o palabras mal sonantes, hay una expresión muy extendida que delata a oriundos y sorprende a foráneos: “me cago en mi madre”.
Sí, lo habéis leído bien. A los asturianos que seguís este blog os sonará de lo más normal, pero a los lectores de allende Pajares os dejará de piedra.
En Asturias se cagan en su propia madre igual que en Cádiz te llaman hijoputa, por eso no debería causarme reticencias. Pero hay una diferencia fundamental que me frena y me impide adoptar este rasgo asturianizante: cuando llamas a uno hijoputa con todo el cariño (o no), en caso de duda la madre aludida es la del otro. Diferencia simple pero fundamental. Cuando te cagas en tu madre, es en TU propia madre, la que te dio la vida, la que te crió y te cuidó.
Me cago en MI madre (pronunciado “cagon mi madre”).
Ese MI es el que se me atraganta. Supongo que es algo intuitivo. Ese MI va contra natura, porque atentar contra la madre es como atentar contra la propia vida. No quiero decir que los asturianos no respeten a sus madres, ni mucho menos, sólo trato de encontrar el motivo que me frena para poder vencerlo.
Además, cuando llamo hijoputa a alguien no visualizo a su madre, aunque la conozca. Pero si intento decir me cagon mi madre la veo a ella, me imagino su cara de enfado y decepción preguntándome: “Alejandro, hijo mío, ¿por qué me haces esto?”
Supongo que es algo que va en la educación o en los genes.
Para ayudarme a superar esta prueba algunos amigos me han recomendado que le pierda el respeto a la expresión (no a mi madre) y que lo vea como un simple latiguillo. Osea, como el osea de los pijos.
Otros me han propuesto que piense en todo lo contrario, que lo vea como el cagamento supremo, como la mayor de las blasfemias en la que pones a tu madre a la altura del mismísimo sumo hacedor. En definitiva, como la manera de elevar a tu madre a los altares.
Sinceramente, no sé si alguna de las dos tácticas me va a servir de ayuda. ¿A qué me voy a estancar aquí?, ¿a que no voy a conseguir superar la prueba?
¡Pues me cagon mi madre!
Lo conseguí.